Miguel Delibes y el ciclo de la vida

Dieciséis de Octubre de 2000. Una entrevista de EFE con mínima repercusión hablaba con Miguel Delibes que al día siguiente cumplía 80 años. Aniversario rotundo que mueve a la reflexión, no esencialmente esperanzadora de tan realista. Con imágenes de archivo de Informe Semanal e intercalando algunas de sus respuestas para el programa, elaboré una apresurada pieza como cierre del Telediario 3.

Al llegar a los 80 dice sentir “compasión de sí mismo”. Racional y lúcido cree haber llegado al final de su ciclo vital. Desde hace 2 años no escribe. Fue entonces cuando concluyó “El hereje” su libro más largo, denso y complejo que arrasó en ventas. Detrás había una ingente obra de títulos, sin altibajos y continuados, desde que en 1947 un jurado honesto -en el que Delibes creía firmemente- le otorgó, por ‘La sombra del ciprés es alargada’, el Premio Nadal que transformó su destino.

Ha recibido en vida todos los grandes premios. Salvo el Nobel. Su sólida formación se dio un largo paseo por el periodismo, al que califica de “borrador de la literatura”. Y que, en otra jugada del destino, le dictó novelas para eludir la censura.

Varios de sus libros han sido llevados al cine divulgador. “Los Santos Inocentes” o “El disputado voto del Sr. Cayo”, entre otros.

Hombre de una sola mujer y viudo desde hace 25 años, la fuerza de la familia le ha sustentado. Y Valladolid. Y la Naturaleza. Y sin duda la imaginación que siempre asiste a un escritor por muy racional que sea, poniendo alas a un futuro que sabe imprevisible”.

Le envié una grabación por correo, con el bienintencionado pero bastante inútil deseo de “animarle”. Todavía no entendía yo muy bien esa terrible   sensación del  inexorable fin de ciclo. En un mundo de famas y vanidades huecas, el maestro se molestó en contestarme de su puño y letra. En una insólita y breve correspondencia reflexionamos sobre los ciclos. Nos pasamos la vida llegando al final de alguno con su correspondiente carga negativa. Los treinta primeros años de vida -llenos de balbuceos y errores- gozan de gran predicamento social y nos vemos obligados a pasar los supuestos últimos treinta agazapados esperando la muerte. No es equilibrado. Ni justo. También le mandé otra pequeña pieza con George Moustaki. Muy francés él, demasiado para haber nacido en Grecia, había esbozado con una luz en la mirada algo alentador… “¿qué queda ?… más y más música… más y más literatura… más y más emociones…. más y más encuentros”. Siempre queda eso. Hasta que cae el telón definitivo cuajado de recuerdos.

Miguel Delibes ha vivido casi diez años más. Le vi más voluntarioso, más resignado quizás, en otras entrevistas. Debe haber un punto en el que esto termina por suceder.

Los caminos de la inteligencia y de la literatura suelen ser tortuosos, parece que así dan mejores frutos. Duro peaje. Miguel Delibes, sin embargo, conoció el amor perfecto, el calor del afecto, y elaboró una obra que nos enriquece y que le sobrevive. Su ciclo fue mejor de lo que a veces pensó y, para los demás, un regalo.

Si la vida exige el tributo de esa cruel renovación continua, esa cinta sin fin que despeña por el acantilado a quienes se van situando por los años en su borde, lo esencial es pasar dejando huella positiva y, sobre todo, saboreando -sin dejar un resquicio a la fuga- los momentos de los sucesivos presentes. Por todo lo que hoy leemos, así lo hizo en realidad Delibes.

El Congreso de Periodismo Digital de Huesca se ha teñido del dolor de su partida, también de la alegría de haberle tenido. Por fortuna, ningún ciclo que merezca la pena es monocromo.

 Luce el sol en esta noche triste. Y, como siempre que muere alguien a quien amo, quisiera arroparle con los versos de José Ángel Valente:

«De ti no quedan más

que estos fragmentos rotos.

Que alguien los recoja con amor, te deseo,

los tenga junto a sí y no los deje

totalmente morir en esta noche

de voraces sombras, donde tú ya indefenso

todavía palpitas».

8 comentarios

  1. Trancos

     /  13 marzo 2010

    El primer libro de Delibes que leí fue «El Camino», que me mandaron comentar en el Instituto. Después leí todos los demás, hasta «El hereje». Gracias, profe. Gracias, D. Miguel. Descanse en paz. Le echaremos de menos.

    “Advirtió que todos acabarían muriendo, los viejos y los niños. Él nunca se paro a pensarlo y, al hacerlo ahora, una sensación punzante y angustiosa casi le asfixiaba. Vivir de esta manera era algo brillante, y a la vez, terriblemente tétrico y desconsolado . vivir era ir muriendo día a día, poquito a poco, inexorablemente. A la larga todos acabarían muriendo»
    (Miguel Delibes.- «El Camino»)

  2. Víctor

     /  13 marzo 2010

    Desde que leí a Delibes en el colegio (La sombra del ciprés es alargada y El camino) me han acompañado sus lecturas. Y siempre tuve con el una sensación de bienestar. Desde los tiempos de escuela era una compañía precisa y humilde. Era alguien que te hablaba de tú a tú. No desde una cima o una torre. Era directo, con esa facilidad para poseerte y hacerlo, a su vez, tuyo. Algo muy difícil y asombroso. Siempre me acompañó y me seguirá acompañando.

  3. Joan

     /  13 marzo 2010

    “Los caminos de la inteligencia y de la literatura suelen ser tortuosos, parece que así dan mejores frutos. Duro peaje”

    Ayer estuve en un concierto y recital de poesía en conmemoración de Andreu Vidal:

    http://www.escriptors.com/?q=node/5049

    http://www.escriptors.com/autors/vidala/index.php

    El concierto de homenaje a cargo de Pere Plá, líder de uno de los grupos de lo 80 Mallorquines, reunía lo que “queda” de los que protagonizaron la “movida” de Mallorca:

    http://mallorca.nochentas.com/index.php

    Yo iba acompañado de mis colegas, hermanos, de siempre, que en su momento fueron un grupo de referencia y que ahora siguen vinculados al mundo de la música. Como cabe suponer en mayor o menor medida, todos nosotros, los presentes en el acto “hemos caminado por el lado salvaje de la vida”. Algunos ya no están aquí, quemados por una creatividad desmedida mezclada con el cóctel de locura y toxinas. Andreu Vidal fue un gurú poético de esta época, de una creatividad desmedida, de una poesía negra y tortuosa y de difícil lectura, murió a los 39 presa de su mismo mundo, de creatividad y noche sin fin.

    Es verdad Rosa muchas veces la creatividad y la persona, parece que sigan caminos divergentes y la excelencia en un aspecto, se convierte en sombra y camino tortuoso en la persona humana que la encarna. Muchos grandes autores de la literatura universal han encarado este dilema y sus vidas han sido de todo, menos ejemplares.

    Caemos hipnotizados y rendimos culto al cerebro con todo su rico amueblamiento, incapaces de ver que más allá se abre una trampa voraz, que creación y desatino van de la mano, y que el uno crece para escapar del otro, en una espiral sin fin que culmina en la muerte.

    “esa terrible sensación del inexorable fin de ciclo” “la vida exige el tributo de esa cruel renovación continua”

    Fuera de yo no hay respuesta a estas afirmaciones, ni la tengo (quizás en algún momento la pueda intuir), pero por eso me gustan los poetas del espíritu, de la mística los grandes escritores, formuladores, de la Filosofía Perenne. Porque ellos nos han traído un pedazo de cielo en su palabra y son los únicos capaces de contestar y dar fe de vida de otra posibilidad humana, de una universalidad, de una inter-relación de todo, con todo, de un universo no frío y distante, si no, de una gran matriz consciente y generadora de Amor.

    No se si estos “místicos” iban un poco fumaos o tripaos, o realmente habían abierto la puerta, si llego os lo cuento………pero me gusta la locura en su “justa medida” reírme sin parar, con un vaso de agua, saberme vivo mientras os escribo, intrascendente y trascendente, todo en uno, bien agitado………y sin respuesta Rosa, sin respuesta……..
    Esto iba de Delibes y yo me fui de madre…..quizás el ciclo de la vida.

    El grano era trigo resplandeciente e inmortal, que nunca
    debía segarse, ni fue nunca sembrado. Pensé que había
    estado allí desde siempre para siempre. El polvo y las
    piedras de la calle eran preciosos como el oro. Las puertas,
    al principio, eran el fin del mundo. Los verdes árboles,
    cuando por primera vez los vi por una de las puertas,
    me transportaron y embelesaron; su dulzura e
    insólita belleza hicieron palpitar mi corazón, casi loco
    de éxtasis, ¡tan extraños y maravillosos eran! ¡Los
    Hombres! ¡Oh, cuán venerables criaturas parecían los
    viejos! ¡Querubines inmortales! y los jóvenes, ¡resplandecientes,
    deslumbrantes ángeles!Ylas doncellas, ¡extrañas,
    seráficas muestras de vida y belleza! Niños y niñas,
    retozando, jugando en la calle, eran joyas movientes. No
    sabía que hubiesen nacido o hubiesen de morir. Sino que
    todas las cosas moraban eternamente donde se hallaban,
    en sus lugares propios. La eternidad se manifestaba a la
    luz del día, y algo infinito aparecía detrás de cada cosa;
    lo que correspondía a lo que yo esperaba y movía mi
    deseo. La ciudad parecía elevarse en el Edén o estar construida
    en el Cielo. Las calles eran mías, el templo era
    mío, la gente era mía, sus vestidos y oro y plata eran
    míos, así como sus resplandecientes ojos, clara piel y
    sonrosado rostro. Míos eran los cielos, y el sol, la luna y
    las estrellas,y todo el mundo era mío; y yo el único espectador
    y gozador de ello… Y así fue que con mucho trajín
    fui corrompido y se me hizo aprender las sucias tretas
    del mundo. Lo que ahora desaprendo y me torno, por
    así decido, como un niño pequeño, para poder entrar en
    el Reino de Dios.

    Thomas Traherne

  4. Buenos días Rosa, triste noticia para nosotros pero por fin él descansa en paz.
    Creo que desde donde esté se sentirá feliz por haberse reencontrado con su «mujer de rojo» y verá la cantidad de testimonios y pequeños homenajes que en su honor hemos dejado cada uno de nosotros.
    Un abrazo

  5. Soto

     /  13 marzo 2010

    Hola Rosa y amigos contertulios:
    Estaba ,hace unos momentos,leyendo todo lo relacionado con lo que se está escribiendo sobre la muerte de Delibesy me acordé de entrar en el Periscopio para ver si habia señales» de vida» de Rosa y me encontré con el Post dedicado a Delibes( intuia que ibas a recordarte de el en su muerte).Siento una pena muy grande ,para mi era más que un familiar,en muchos de sus libros encontré «refugio interior».El libro sobre la muerte de su mujer Angeles ,por lo menos lo leí unas cinco veces y la las vendrán ,este libro me identifico mucho con él ,me espanta el que pase i por ese trance,mi mujer es indispensable en mivida(permitirme esta privividad).Las mujeres (una mayoria son el sustento y la linea fundamental en el hombre en mi caso concreto,asi es).Delibes retrató las angustias y penas del ser humano y de la sociedad con un lenguaje que habla,como el canto de la fuente echando el agua.
    Me acordaba muchas veces de él y me apenaba el dolor que estaba soportando.Valoro mucho,muy positivamente,la cobertura informativa de TVE,ayer vi la segunda el Premio Nadal ,me sorprende que el mensaje de su novela fuera permitida en pleno1947.
    Rosa,tendras que sentirte muy feliz ,debido al cruce de notas escritas entre tu y él.Eso es todo un homenaje a la comunicaión humana mediante el lenguaje esrcrito..¿que queda de ella?.
    Estoy archivando todos los escritos que escriben sobre Miguel Delibes y espero en el verano ,retomar muchos de sus libres,el «sigue en nuestro ambiente interior».
    Rosa,ya nos contarás cosas del Congreso Digital de Huesco…¿interesante e inevitable el Congreso,no?.
    Apertas agarimosas

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