Traumaticémonos por el trabajo mal hecho

Un matrimonio de Florida denuncia que el marido encontró un sapo en una lata de Pepsi diet, no se dio cuenta hasta que bebió y se atragantó con él, se traumatizó –esto es clave- y pide una cuantiosa indemnización. Pepsi, muy en su papel, niega que el hecho se haya producido, pero los demandantes cuentan, al parecer, con un análisis de la Administración Federal de Fármacos y Alimentos de Estados Unidos adonde acudieron con su lata.

   La noticia me ha hecho sonreír. A mí me sucedió algo similar con una Coca Cola, diet incluso. Alquilé una habitación en Nueva York a una austriaco-americana, lista y cultivada y, también, de armas tomar, Stella. Cada una teníamos nuestros propios productos en el frigorífico. Una tarde regreso y mi casera me cuenta, muy excitada, que acababa de cogerme una de mis “cocacolas” porque tenía mucha sed. Al abrirla, había aparecido algo asomando por la abertura. Era un saltamontes, muerto evidentemente. ¿Dónde había comprado yo la lata? ¿Tenía el recibo? Casualmente sí y el supermercado se ubicaba a pocos pasos.

   Stella se bajó blandiendo la lata y subió alborozada, al cabo de un buen rato. Le iban a pagar 3.000 euros del año 90 a condición de que no presentara denuncia. Dudaba si acudir a la justicia de todos modos y obtener más dinero. Se me ocurrió decir:

  -Pero la lata es mía.

  – Ah, pero el susto me lo he llevado yo, soy quien va a quedarse “traumatizada”.

  – Si no hubiera cogido mi «cocacola» la tramatizada sería yo, lo justo es repartir la indemnización-, tercié en ruin negociación.

   -¡Toma!, te pago tu lata, replicó Stella sacando los centavos que costaba.

   Fue ella quien cobró acabando con nuestra amistad y convivencia.

   Algún viaje más tarde, un coche de alquiler en Los Ángeles perdió por completo el sistema de frenos. Aterricé literalmente en un seto. Acudí a la oficina de alquiler, lo devolví, y ellos, entre sonrisas y reverencias, me lo cambiaron por un magnífico descapotable sin coste adicional alguno. En una reunión de hispanos y españoles unas horas más tarde, hasta cuatro abogados se me acercaron –sabedores del suceso- para ofrecerse a representarme en una demanda contra la Agencia de automóviles. Decliné la invitación.

  Desde hace muchos años, EEUU ha hecho de las reclamaciones por disfunciones, de los “traumas” que acarrean a los usuarios, un suculento negocio, especialmente para los abogados. Y las compañías prefieren pagar antes que ir a juicio. Entre esa desmesura y el todo vale, hay un punto intermedio.

   Hoy que batallo con el ordenador –de un año de vida-, que se apaga y tarda en reiniciarse media hora, insisto de nuevo en el que el trabajo bien hecho implica civilización. A mi me traumatizan las cosas que no funcionan en España, que son las que tengo más cerca. Y no pido indemnización, sino que se aplique más interés y más rigor. Y todos deberíamos practicarlo y reclamarlo. Nadie está libre de errores, no sería humano, el problema es cuando se generalizan, se aceptan y hasta se presume de ellos.

Trabajar bien, con atención, con buenos resultados, por uno mismo, por los demás, por España -¡qué mejor patriotismo! a ése apelo-.  Llamar cuando te comprometiste a llamar, cumplir lo prometido, no acudir tarde a las citas, pintar con pulcritud, curar con atención, extraer muelas sin que el paciente se entere, resolver los pleitos con eficacia y cobrando lo justo, fabricar muebles cómodos,  conducir respetando las normas, cocinar aseadamente y tratando de lograr los mejores sabores, servir la comida con amabilidad -que uno no va todos los días al restaurante-, legislar pensando en los ciudadanos, gobernar con esa única prioridad, oponerse sin zancadillas, pensando, de verdad, en el bien de España y no en el propio, informar dando noticias veraces, correctamente estructuradas, sin contaminar, que ayuden a saber lo que ocurre y formarse una opinión.

   Decía la otra noche Iñaki Gabilondo que, en un país descentralizado y sujeto a las directrices de Europa, no debemos mirar a la Moncloa como al farolillo encendido en El Pardo que Franco tenía para los disminuidos mentales y sociales que fabricó, esperando que todo nos lo resuelvan otros. Es una tarea conjunta. Porque, insisto, “la incompetencia suficientemente avanzada es indistinguible de la mala voluntad”. Si no nos rebelamos, por lo menos ¡traumaticémonos!

zoo 230

11 comentarios

  1. PEr[la|pau]*

     /  4 septiembre 2009

    ¿Hay que poner fronteras al buen hacer? Por lo demás, utópico, pero de acuerdo.

  2. Deotra

     /  4 septiembre 2009

    Si traumatizados ya estamos. ¡Qué remedio!.

    Lo malo es que nadie nos indemniza por ello.

  3. kalicom

     /  4 septiembre 2009

    El los USA de Obama las indemnizaciones son ropa de diario. A un amigo mío que es muy moreno de piel y estaba de viaje de novios en Nueva York, le ocurrió una anécdota curiosa: paseaba por una de aquellas amplias avenidas comerciales tapiadas con rascacielos, con sus bolsas de regalos colgando de los codos, video en ristre y cara de cateto, cuando de repente ve detenerse, con chirridos de ruedas incluido, a varios coches sin identificar. De ellos salen un montón de tíos grandes como armarios y violentos como hidras que se precipitan sobre él y su mujer.
    Llueven gritos, empujones, puñetazos y rodillazos mientras trata, ya en el suelo y sin resuello, de gritarle a aquellos transformers que era un “Spanish tourist”. Porque, como me contaba el pobre, era todo lo que le daba tiempo a soltar entre leñazo y leñazo.
    Finalmente la cosa se aclaró cuando una de las mujeres policía que habían arrinconado a su legítima en un portal, sacó los pasaportes del bolso y comprobó que, efectivamente, eran unos pacíficos “Spanish tourist”.
    ¿Sabes que hizo el jefe de los maderos? Sin más mediación de disculpas, excepto aclararle que lo habían confundido con un narco muy buscado, le largó una hojita preimpresa con todos sus datos personales (los del poli) y le dijo: “Esto es para que cuando hagas la denuncia para la indemnización tengas mis datos”. Dio media vuelta y desapareció a la misma velocidad que había llegado, como si tuviera prisa por ir a traumatizar a otro turista.
    Mi amigo salio del trance con un buen susto, tres costillas fisuradas, múltiples hematomas, dos viajes a NY para la vista y el juicio y 250.000 € de los de entonces de indemnización.

    Carlos.

  4. Personajes como Stella me he encontrado yo muchos por la vida. Hay gente tan ruin y de un egoismo, de no hacer nada por nada ni por nadie, gente vaga y haciendo las cosas más inverósímiles para no esforzarse por nada o no doblar el espinazo…

    El último hace unos días en mi trabajo, cuando tuve un enfrentamiento con uno de mis compañeros. Un niñato que nunca dió un palo al agua, que todo en la vida se lo han dado hecho y masticado y, por lo tanto, no sabe apreciar lo que tiene y que los derechos que tienen le han llovido del cielo. Un hedonista cuya aspiración máxima en la vida es ser como Paquirrín o que le toque la lotería y estar todo el día tumbado en la playa, irse de juerga y acostarse con las mejores putas. Un tipo que llega a trabajar sin arrastrando los pies, lo hace todo con desgana, protestando y a cámara lenta; sin sangre en la venas y que aprovecha cualquier ocasión para escaquearse.

    Después de muchos precedentes, en la que yo siempre yo callé por no discutir, esta vez tuvimos una «enganchada» y se negaba a hacer una función que era obligación suya. Al final tuve que hablar con dirección, la cual, me dió la razón. El caso es que el tipo dice que lo que él tenía que hacer lo debía de haber hecho yo, porque yo no estaba haciendo nada y además estaba hablando con una compañera; cuando la realidad era que estábamos apurado de trabajo y lo que yo estaba hablando con ella era la comunicación básica referente al trabajo. El caso es que hace una semana de aquello y dejó de hablarme, incluso para el servicio, y, ahora me pregunto cómo hacerle entender que eso no puede afectar al trabajo ni al servicio; ni la empresa ni los clientes tienen la culpa y the show must go on.

  5. Soto

     /  4 septiembre 2009

    Hola Rosa Maria y amigos Bloqueros:
    Lo de las indeminaciones de Estados Unidos no me resulta serio.Es un pillaje de unos y otros.eso es por la parte que recibe la indemnización «un trabajo mal hecho» lo justo para sentar precedente reinvidicativo de la dignidad seria terminar en los Tribunales,pero claro,al ver»el forrollo» entra en juego nuestro verdadero ser…¿o no?.
    Con respecto al trabajo bien hecho,me acuerdo en el año 1982 cuando Felipe Gonzalez dijo la famosa frase:lo primero que hay que conseguir es que este Pais funcione.Pues eso solamente(que seria un descomunal logro)no se ha conseguido aún.Si se hiciera un trabajo exahustivamente sociologico y psicologico seria muy interesante llegar a las conclusiones.
    Apertas agarimosas

  6. Soto

     /  4 septiembre 2009

    A (Una rosa en mi Jardín).te lo dice humildemente un jubilado»jubiloso,ja.ja.ja»:no pierdas el tiempo,no vas a conseguir nada,ya se esnafrará el solo,que no te robe la mitad de medio segundo de enfado y de indignación.
    apertas agarimosas

  7. Pepe

     /  4 septiembre 2009

    Estás reivindicando «el trabajo bien hecho». Pero el trabajo, bien hecho o no, es una actividad económica. Entonces, si los trabajadores son mileuristas pagando alquileres de 800 Euros mensuales, con contratos temporales de obra y servicio encadenados ad infinitum, ¿qué puedes tú exigirles de calidad en su trabajo?

    La calidad tiene un precio. Pero últimamente se impone el «low cost» en todas las facetas de la vida. No se puede pretender ir por la vida de «low cost», racaneando al pagar los servicios, y exigir al mismo tiempo un servicio versallesco.

    Si pagas con cacahuetes, te servirán como monos.

  8. Vale, Pepe, comprendo muy bien tu postura que, en parte también es la mía, porque en el sector en que yo trabajo (la hostelería, bares y restaurentes) hay muchos mileuristas o ganando menos y pegandos jornadas de 12 0 14 horas, con contratos precarios sin que les respeten ni los descansos semanales. No se puede pedir un servicio de calidad, cuando el trabajo no es de calidad.

    Ahora bien, independientemente y al margen de todo eso y trabajando en esas condiciones, está la satisfacción personal del trabajo bien hecho. En cada trabajo o empresa que estuve para mí era de gran valor, que el jefe valorara Mí trabajo, mí labor y, que también el cliente se vaya contento y satisfecho, muchos dejandote propinas, o dandote sus felicitaciones sinceras, dandote la mano, o las gracias. Pero no todos lo jefes, ni los clientes se comportan así; ni por supuesto muchos de los compañeros que he tenido tendrían esta aptitud positiva.

  9. Sí, yo me traumatizo. Y me traumatizan. Mi jefe me machaca sin piedad para que haga el trabajo tal y como él piensa que debe hacerse. A gritos, broncas, apabullándome. Y yo lo hago como buenamente puedo. Cuando sale bien, siguiente tarea: más indicaciones, más objetivos con los mismos modales. Cuando sale mal… bueno, no sigo que me pongo malo de verdad.

    Si así es como se consigue la eficacia, yo apago y me voy. A costa de mi salud física y mental, de mi tiempo y de mi bienestar.

    Y aún así, aún tengo esperanzas de encontrar a alguien que me diga lo que tengo que hacer, cómo hacerlo y sentirme a gusto, aunque tenga que bajar al fondo de un pozo húmedo y oscuro a estar ahí haciendo lo que sea durante el tiempo que haga falta…

  10. Tenesor

     /  4 septiembre 2009

    Hola:

    Desde hace unos cuantos días, me he aficionado a leer este blog. Me parece muy interesante todo lo que cuentas.

    La verdad es que la noticia también me ha hecho sonreír a mí. Soy traductor y consultor lingüístico y he tenido alguna que otra discusión con empresas debido a las cláusulas o advertencias que publican en las etiquetas y envases de sus productos. Alguna vez he querido explicarles a los responsables de algunas empresas que hay apartados que considero que no deberían traducirse y, por ende, publicarse en España, debido a la extrañeza que provocan advertencias que son de sentido común. En algún caso, el responsable de turno me ha entendido y ha visto que, de la misma manera que sería un atrevimiento mostrar imágenes de mujeres en bikini en la caja de una máquina fotográfica que quieren vender países islámicos, igual de atrevido es publicar advertencias o instrucciones que son, a nuestro modo de ver, lógicas.

    No es raro ver en las instrucciones de microondas u hornos en los Estados Unidos lo de «no introducir animales vivos» o «no utilizar para secar animales». Son muy sonados -en esta ocasión sí dudo que sean leyendas urbanas- los casos de personas que metieron al perrito recién bañado en el microondas para secarlo y lo sacrificaron. Tras tremendo impacto o trauma, por supuesto, según se comenta, el dueño del difunto animal presentó la pertinente reclamación ante la empresa, ya que el manual de instrucciones no decía nada de ello.

    No obstante, observo que estamos adoptando ciertos hábitos en lo que a las demandas se refiere y que, además, los despachos de abogados promocionan últimamente las demandas que, hace dos días, nos parecían absurdas. Estamos adquiriendo una gran conciencia de lo que es un «trauma» y de los efectos a largo plazo sobre nuestra salud.

    Ya que estamos, ¿a quién demando yo por los programas que se cuelan en mi televisión con gritos e insultos? ¿A quién demando por las traumáticas barbaridades de nuestra clase política, instalada permanentemente en la infantil estrategia del «y tú más»? Eso sí que es denunciable.

    Un saludo desde Canarias.

  11. Fede

     /  10 septiembre 2009

    Me parece genial el post, de hecho, planteas muy bien uno de los problemas subyacentes en España, el amor al propio trabajo. Es cierto que las cosas muchas veces no se hacen bien porque no se pueden hacer bien (incompetencia) pero el hecho de que muchas veces se hagan mal porque «total, nadie se va a quejar…» es algo bastante común. En fin, que no nos pase nada si no cambiamos…